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viernes, 13 de diciembre de 2013

Historia del diamante

    Para calificar a una piedra como piedra preciosa debe ser transparente, suficientemente dura y también escasa. Como el diamante completa estos criterios, es el rey de las piedras preciosas. Con especial posición en el reino de las piedras preciosas es la razón porque hasta cierto punto el mito ha rodeado al diamante. El mito de el diamante y su relativa escasez son reflejados en su precio.

    El mito, además, no es un fenómeno de la era moderna. Ya existía antiguamente. Aunque nunca sabremos con seguridad cuando se descubrió el primer diamante, sabemos que el primero en encontrarse fue en la India, cuando la única fuente que tenemos es hasta el siglo XVIII. El diamante fue mencionado por primera vez en un libro que no se descubrió hasta 1905 y el cual fue escrito por antiguos filósofos-políticos hindús, quienes vivieron sobre el año 300 antes de Cristo. El libro informa que hubo un vívido comercio de diamantes y que los tributos se pagaban con transacciones de diamantes.  

    En esta época antigua no existían los conocimientos de trabajar el diamante. Se le conservaba habitualmente no montado, en su forma natural bruta o montado sobre anillos o colgantes, sirviendo de talisman o amuleto que hacia huir a los malos espiritús y que protegían a su portador de la mala suerte. Los romanos continuaron esta tradición.

     Luego, al principio de la Edad Media, los aristócratas europeos apreciaron la rareza del diamante, ya que la India era la única fuente y para adquirirlo había que recorrer antiguas rutas comerciales que eran largas, difíciles y peligrosas.

   En India, los reyes y comerciantes guardaban los mejores diamantes para su uso personal y una buena parte de los más bellos diamantes comprados por los comerciantes extranjeros eran confiscados y dados como propinas a lo largo de esas rutas comerciales. Por eso, muchos de los diamantes que llegaban a Europa eran de pobre calidad. En cierta manera, esto pudo estimular a los mercaderes europeos a encontrar una manera de mejorar la apariencia del diamante cuya belleza realmente se encontraba dormida a la espera de ser liberada por el tallado de su superficie.

     Con el tiempo, la popularidad del diamante creció. Pero era todavía accesible solamente para la nobleza y a la clase alta muy adinerada. Después de la revolución industrial es cuando se vio la posibilidad de ofrecer un artículo de lujo muy codiciado al público que empezaba a tener un excedente en sus ingresos para gastar.

     Fue en este periodo cuando la demanda de diamantes aumentó considerablemente. Casi al mismo tiempo, nuevos grandes yacimientos de diamantes eran encontrados en África del Sur ( a partir de 1867), la demanda y los precios continuaron aumentando hasta aproximadamente alrededor de 1870, cuando una recesión económica causa una caída dramática. Hacia 1890 la producción y distribución de los diamantes estaba controlada por De Beers Consolidated Mines Ltd, compañía fundada por Cecil Rodes. Controlando el bruto que era puesto en circulación en el mercado, De Beers creó una política de precio que existe todavía parcialmente en la actualidad, pero que ya no es totalmente dictado por De Beers.

     En el transcurso del siglo XX, la demanda aumentó. A veces lentamente al ritmo del entusiasmo de los clientes, y otras veces rápidamente con más fervor, pero no obstante el crecimiento ha sido constante y sin parar.
   
    El diamante fascinaba no sólo por su belleza. El hecho de que fuera la piedra preciosa más dura también fue un factor de deseo. En la antigua Grecia, la gente consideraba la legendaria piedra que fue traída desde un lejano país como “desprendimientos de estrellas que caían desde los cielos”.. De acuerdo a la tradición , los diamantes son “ lágrimas de los dioses que han caído a la tierra” Para referirse a la durabilidad del diamante, los griegos lo llamaron “Adamas”, el invencible. Hoy en día diamante es derivado de este término. Se descubrió en el siglo XV que la durabilidad del diamante no es la misma en todos los ejes. Este fenómeno se le llama anisotropía que significa que la durabilidad en específicas direcciones es menor que en otras, haciendo posible la talla del diamante. Fiedrich Mohs, quien murió en 1839, fue el primero en expresar con éxito la tremenda durabilidad en comparación con otros minerales, desarrolló su escala de dureza, en la que el diamante está en el nivel 10.

    Un nombre está inseparablemente ligado a la historia del diamante en los tiempos modernos, Jean-Baptiste Tavernier. Era un comerciante francés intrépido y curioso del siglo XVII. Fue el primer europeo que consiguió tener permiso para visitar los yacimientos de diamantes en la India. En su diario, Tavernier escribió que un día de 1645 estaba sentado en una colina en la India mirando las minas cerca a la ciudad de Golconda (ahora Hyderabad), la cual es famosa por sus piedras preciosas de ahí que su nombre sea sinónimo de riqueza. Desde una prominente posición, Tavernier, quien no era propenso a exageraraciones, vió 60.000 trabajadores de todas las edades extrayendo diamantes de la mina bajo el azote de sus supervisores bajo el caliente sol. Los registros de los viajes de Tavernier contenían extensas descripciones de grandes diamantes.

    Aunque el siguiente relato no ha sido extraído del diario de Tavernier, Tavernier jugó un papel central en la terrible historia de esta piedra. La historia del diamante Hope, quizás el diamante más conocido del mundo.

   Durante sus viajes a través de la India, Jean-Baptiste Tavernier es acusado de haber robado un diamante azul, el cual estaba en el ojo de una estatua del dios Hindú Rama-Sita. Según la leyenda Rama-Sita después de todo llega a enfadarse, colocando una maldición a la piedra. La maldición tuvo efecto enseguida. Después de haber vendido la piedra al rey Louis XIV, Jean-Baptiste murió en míseras y trágicas circunstancias. Una única vez pudo lucir el rey Louis XIV el diamante hope en su corona, por que posteriormente murió de viruela . La piedra volvió a aparecer después en Londres en 1830.

     El banquero Henry Thomas Hope (de ahí el nombre de este diamante) lo compró por una gigantesca suma de dinero. Henry murió unos años más tarde. La piedra pasó a ser de un príncipe de Europa del Este, quien se la regaló a su bailarina favorita. Sólo unas pocas horas después de hacer el regalo, el príncipe cayó en un ataque de celos y le disparó. Un comerciante griego compró el diamante y lo vendió, pero mientras conducía su coche se precipitó sobre un acantilado matándose él, su mujer y su hijo. Luego lo compró el sultán turco Abdul-hamid II. Sólo lo tuvo unos meses antes de que fuera confiscado por unos oficiales. El magnate periodista americano Edward McLean compró el diamante en 1911. Un año más tarde, Edward tuvo su último viaje a bordo del Titanic y su hermana murió de sobredosis de ansiolíticos. El último propietario del Hope fue el joyero Harry Winston. En vista del destino de su antiguos propietarios, decidió poner disponible al público la piedra. La presentó en el Smithonian Institute en Washington como un regalo, donde los 45,52 quilates de diamante todavía pueden verse.

     


 
Diamante Hope

 
Diamante Culinam






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